“Recuerda las raíces, para no olvidar de donde vienes…”

Un nombre es mucho más que una denominación, más que la forma en que nos llaman; un nombre con el correr de la vida se transforma en reflejo de nuestros actos, lleva cargada una connotación especial, ya que cuando escuchamos un nombre, inmediatamente lo relacionamos con alguien que conocemos, por eso es tradición en algunas familias, nombrar a sus hijos en hebreo o idish con el mismo nombre de seres queridos o de personas destacadas.

Dejamos provistas a las nuevas generaciones de una herencia. Estamos dispersos por el mundo, pero todos estemos donde estemos, hayamos nacido en un lugar u otro tenemos un nombre en hibrit que es parte de nuestra identidad.

Quedar ligados a generaciones pasadas es parte de lo que se hereda, y junto con el legado del nombre viene un acervo cultural que marca una pertenencia. De ahí la especial importancia de los nombres en hebreo.

El mismo nombre que hoy los chicos empiezan a utilizar acá, todos juntos en el jardín y que los va a acompañar a lo largo de toda su vida, en el brit milá o simjat bat, en bar o bat mitzvá y bajo la jupá. Y también los sucederá a ellos mismos ya que  sus propios hijos, llevarán sus enseñanzas y costumbres.

Construir una identidad es una tarea social muy compleja y personal.

Recordar lo que somos es conservar la identidad.