1913 es el año de un país que progresa a ritmo acelerado. Especialmente la Capital Federal, que se iba transformando en una gran ciudad con anchas avenidas y edificación moderna. La urbe crecía constantemente, buscando descongestionar el centro, donde se estaba asentando la mayoría de la población. Buenos Aires se extendía y se modernizaba. Es el año en que comienzan las obras de la Diagonal Norte y su mayor expresión de progreso urbano se revela, indudablemente, en la inauguración de la primera línea de subterráneos, entre Plaza de Mayo y Plaza Once, con miras a prolongarlo hasta Caballito. El Viejo Mundo, mientras tanto, seguía convulsionado por la agitación política y los preparativos bélicos iban poniendo a los países en pie de la primera de las dos grandes guerras.
La expansión bonaerense iba transformando sus zonas y suburbios. Flores era un barrio alejado, destinado a las vacaciones y los fines de semana. Su comunidad judía estaba nucleada alrededor de dos instituciones: el Hospital israelita en Flores Norte y el área delimitada para las sepulturas judías en el Cementerio de Flores Sud. Las familias que vivían en la zona estaban carentes de un soporte espiritual. Era necesario aglutinarse y empezar a formar instituciones para no quedar absorbidos por la expansión moderna de la capital porteña.
Un grupo de pioneros había tomado la iniciativa con la compra del primer Sefer Torá y la formación de un Talmud Torá dos años antes. Pero para garantizar la continuidad de sus esfuerzos y contrarrestar la lejanía con otros barrios de mayor concentración de población judía, era necesaria la creación inmediata de una institución, una escuela con sede propia. Aquellos askanim, formaron la primera comisión directiva el 12 de octubre de 1913. El presidente era Samuel Cohen.
En 1916, la escuela se trasladó a Monte 3221, una casa alquilada por muy poco dinero. Al frente de las clases estaba don Yeoshua Preide, uno de los primeros maestros que hubo en Buenos Aires y quien años más tarde formaría parte de la Organización de Maestros Israelitas de la Capital. El Talmud Torá estaba en marcha y se abocó a la tarea de absorber cada vez más alumnos. Sus askanim iban de casa en casa, reclutando a los judíos del barrio para que enviaran a sus hijos. La comisión seguía trabajando incansablemente hasta lograr la compra del terreno en la calle Francisco Bilbao 3224. El 8 de marzo de 1925 se colocó la piedra fundamental del Talmud Torá Flores Sud.
Las actividades que allí se desarrollaban cubrían una amplia gama de necesidades materiales, sociales y culturales de los miembros de la comunidad. Entre sus humildes paredes funcionaban la escuela, el templo, la Caja de Ayuda Mutua, el Centro Sionista y el movimiento Hanoar HA’Tzioni.
Mientras tanto, en la entonces Palestina, en ese mismo 1925 Lord Balfour asistía a la inauguración de la Universidad Hebrea en Monte Scopus. En Viena, el Congreso Sionista protestaba por la prohibición del sionismo y la cultura judía en la Unión Soviética y Franz Kafka publicaba su maravillosa obra El Proceso. En Alemania se iniciaba el proceso político que desembocaría en la desgracia de la llegada de Hitler al poder. Y en Argentina, llegaba de visita a la Argentina Albert Einstein, el científico más importante del siglo XX, quien fue recibido con los más altos honores por autoridades nacionales y comunitarias. “La aspiración a investigar, el amor fanático a la justicia y el ansia de llegar a ser independiente como persona, son las bases de la tradición judía que engendraron en mí la conciencia de que mi pertenencia al pueblo judío es un don del destino”, dijo Einstein en relación a la herencia espiritual judía.
Si bien la institución parecía encaminarse hacia el crecimiento, no fue ajena a la crisis de los años ’30 en nuestro país, y tampoco permaneció ajena a la depresión económica, la inestabilidad y la incertidumbre que afectaban al mundo entero. Pero ninguna crisis haría que estos primeros askanim dieran un paso atrás, y pasado el momento crítico, se recompusieron y comenzaron a soñar con una nueva sede, más amplia y confortable, que respondiera las nuevas y crecientes necesidades. En 1939, los ex alumnos de la escuela crearon la Agrupación Cultural Israelita y el Centro Cultural Sionista, inspirados en los valores ancestrales del judaísmo y las nuevas corrientes pioneras que bregaban por el retorno del pueblo judío a la tierra de sus antepasados.
En 1939, estalló la Segunda Guerra Mundial que traería un manto oscuro sobre los judíos de todo el mundo: la Shoá. Algunos comienzan a escapar y uno de los destinos es Argentina. Frente a las costas del Río de La Plata, se produce el histórico hundimiento del acorazado alemán Graf Spee.
En la década del ’40, nuevos bríos impulsan a la joven comunidad de Flores, que junto a los activistas más veteranos logran dar nueva vida a la institución. Los sucesivos presidentes, Samuel Cohen, Jaime Traktbord y José Blinder trabajaban sin descanso junto a sus comisiones y colaboradores para el progreso de la institución. El 15 de marzo de 1943 se firma el boleto del terreno de compra y venta del terreno de Varela 850.
En 1943, el 30º aniversario encuentra a la institución con preocupación y pesar por los espantosos acontecimientos sucedidos en Europa: fue el año en que se aplastó la resistencia en el ghetto de Varsovia y se liquidó el ghetto de Cracovia. Comenzaban a llegar las primeras noticias, a Argentina e Israel, sobre la magnitud de lo que estaba sucediendo. La impotencia y el dolor coincidían con la satisfacción y el orgullo por los logros obtenidos y el aseguramiento de las ideas claras: asegurar la continuidad de la comunidad y el pueblo judío todo.
Así es como en los años siguientes todo gira en derredor del terreno de Varela: reunir dinero para la escritura, planear el nuevo edifico, obtener los fondos para su construcción y colocar la piedra fundamental. La escuela, el centro juvenil, el templo, la biblioteca y todas las demás actividades habituales proseguían su curso en la sede de Bilbao donde, en 1945, se realizaron mejoras edilicias. El 2 de agosto de 1947, después de haber resuelto todos los aspectos legales y formales, se firmó la escritura del terreno de Varela 850.