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Está en nuestra naturaleza pedir siempre más. Cuando creemos que tenemos todo lo que necesitamos inventamos una necesidad nueva para saciar nuestros deseos.
El Pueblo de Israel no fue la excepción a esta regla. Tenía la satisfacción de comer maná con gusto a carne pero querían carne.
A lo largo de la travesía por el desierto hubo muchas veces en donde Moshé dudó de su capacidad de liderazgo. Moshé podía conducir al Pueblo pero no podía sentir por ellos. No podía generar un deseo de satisfacción completa. El marketing aún no se había inventado.
Moshé le dice a Dios que es muy duro para él ser el líder. Que no puede ser responsable por toda la nación. E inclusive le pide a Dios que lo mate.
¿Qué fue lo que respondió Dios?
Que Moshé era líder porque así estaba decidido. Si Moshé no podía ocuparse de los asuntos cotidianos de cada tribu, se creará el primer consejo de 70 hombres sabios, el Primer Sanedrín.
Que Moshé lidere y que el Sanedrín resuelva. Es un claro ejemplo de división de poderes. Moshé no perdía su autoridad frente al Sanedrín sino que al contrario, le permite tener la mente y la visión clara para liderar.
Delegar tareas no es perder liderazgo. Delegar es aprovechar mejor los recursos para poder concentrarse en las tareas más importantes.
Un músico delega los arreglos de un tema en su productor para poder seguir componiendo sin por eso perder su capacidad de crear.
Dios no nos va a dar un Sanedrín para resolver los problemas. Nos va a rodear de gente apta para poder ayudarnos. Está en nosotros tomarlo o dejarlo.
Shabat Shalom
Lucas Fisbein