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En la Parashá de esta semana se nos dice que debemos mostrar amor hacia el extranjero. La palabra que utiliza Dios para es “guer” que también es interpretada como converso.
Como para el judaísmo la conversión es un acto propio de la voluntad individual, Dios nos dice que debemos demostrarle amor.
Es fácil amar a otra persona que nace con los mismos valores y leyes divinas pero también debemos reconocer la humildad de aquellos que naciendo en otras creencias reconocen a Dios como lo hacemos nosotros.
Y revisando nuestra historia, en Bereshit, recordamos que Abraham Avinu, nuestro patriarca, fue converso. El renunció a toda forma de idolatría cuando reconoció a Dios.
La Parashá nos recuerda también que fuimos extranjeros en la tierra de Egipto y lo que sufrimos. Dios nos rescató de la esclavitud y nos condujo hacia la libertad.
La libertad para un converso es el reconocimiento de Dios y el cumplimiento de las mitzvot.
Nuestros sabios comentan que se nos ordena amar al converso y que además sólo hay otra orden en toda la Torá para amar: a Dios. En ningún lado encontraremos amarás a tu padre y a tu madre.
¿Por qué? Porque el vínculo sanguíneo trae aparejado un amor innato que no es necesario legislar. Mientras que un converso, que renuncia a un pasado, debe ser amado para llenar ese vacío.
De acuerdo al Midrash sus almas también estuvieron en el Sinaí en Matan Torá. Dios nos liberó de la esclavitud y nos condujo hacia la libertad. El converso cree en Dios y consigue esa libertad. Así como nosotros somos libres, amemos a aquellos que quieren serlo.
Shabat Shalom
Lucas Fisbein