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En esta parashá se emiten una serie de mandamientos que están respaldados y fundamentados bajo la figura de Adonai que, al cabo de cada mandamiento, establece: yo soy Adonai tu señor, respaldando una serie de principios morales, reglamentarios y operacionales que desde mi perspectiva, le permite al pueblo judío en el desierto la vida en comunidad y su supervivencia luego a lo largo de la historia.
En principio, la demarcación clara y arbitraria de mandamientos puede parecer emanado desde una concepción verticalista, absoluta y desde una perspectiva moderna, autoritaria ya que no media una voluntad explícita del pueblo, no es emanado desde una legislación popular sino que es impuesto por Adonai.
Pero entonces aparece en un seguimiento de dos psukim una matización a estos conceptos, que desde mi punto de vista es absolutamente fundamental.
En el pasuk 30, del perek 19 Adonai nos prohíbe la existencia de mediadores y oráculos que interpreten la voluntad de Dios para profanarse por medio de ellos, y aquí radica la esencia, la riqueza, la diversidad y lo interesante de la concepción religiosa del pueblo judío que establece una relación directa entre los individuos y la legislación emanada por Adonai, son estos los que interpretan y ejercen una auto-limitación de su libertad para conectarse con Dios.
Son las personas las que pueden ir en busca de Dios para proveerse de una vida dotada de sentido, de una vida que trasciende la mera vida, la sola existencia, y que nos permite trascender como pueblo y como sujetos, saliendo ya de la dominación del hombre por el hombre y cargando al pueblo de un poder de elección propio hacia la búsqueda de una vida con sentido, hacia la búsqueda de Dios.
Al fin y al cabo en el desierto no existía ningún medio de coerción explícito que obligara a los individuos a obedecer las leyes bajo una humana fuerza de coerción. Es la fuerza de la idea, la fuerza de la propia voluntad del pueblo judío de acercarse a Dios y a sus preceptos de una forma directa, no en el sentido de una conexión divina, sino de una conexión interpretativa individual y colectiva que lleva a los hombres a acercarse a la Torá.
Por otra parte, y no de forma casual, en el siguiente pasuk la tora nos pide que nos pongamos de pie ante una cabeza sana, y que demos respeto al anciano. Esta afirmación no invalida lo antes dicho porque bajo ningún punto de vista aparece una dominación de los sabios por sobre el pueblo, sino la capacidad racional de lograr escuchar a los estudiosos que nos servirán como guía en el camino del cumplimiento de las mitzvot y de la interpretación de la Torá. Esto no habla de un imperativo sino de una libertad inteligente, racional, que tiene la capacidad de gobernarse a sí misma pero sale de su soberbia al poder sentarse a escuchar a aquellos que se dedicaron al estudio o que tienen condición de sabios.
La complementación de estos dos mandamientos nos permite hablar de una clase de libertad, y de una determinada forma de conectarse con la Torá que por un lado permite la interpretación y la conexión directa de los individuos y del pueblo con los preceptos, y por otro ataca la soberbia humana incitándonos a la escucha y a la comprensión de un consejo sabio que bajo ningún punto de vista invalida la voluntad de los individuos y del pueblo en su conjunto.
Ojala, con la enseñanza de esta parasha podamos usar esta libertad, no como un mero libertinaje individual, sino para la búsqueda de un sentido y de una vida que trascienda la sola existencia por la existencia misma.
Shabat Shalom
Alon Yoel Kelmeszes