Noticias
El Señor se dirigió a Moisés y le dijo: “Estas son las instrucciones para la purificación de un enfermo de lepra…”
Estas son las primeras palabras que encontramos en el relato de la parasha de Metzorá.
Tal como se describe el proceso por el cual un enfermo de tzaarat (lepra) se debe purificar, se hace lo mismo para los casos de “lepra” en las casas, el derroche de semen en el caso de los hombres y el periodo menstrual en el caso de las mujeres.
En caso de no tener problemas económicos, se debe hacer, mediante un cohen (sacerdote) un korban de diferentes cosas, entre otras palomas, maderas, corderos y telas, dependiendo el caso, es diferente la combinación de estos elementos.
Realizando una lectura rápida del texto, podemos entender que sobre los leprosos se decide apartar a estas personas del campamento (recordemos que todavía el pueblo de Israel está en el desierto) hasta poder identificar que se terminó su enfermedad, que en el caso de las casas si se puede quitar la mancha de “lepra” la casa vuelve a ser pura y sino se debe destruir (estas instrucciones solo son válidas para cuando lleguen a Eretz Israel) y en el caso de los hombres y las mujeres en los casos antes mencionados, alcanza con lavarse con agua para volver a ser puros (lo que hoy equivale a la mikve) y en el caso de la mujer también se agrega un korban.
Realizando una lectura un poco más profunda, podemos hacer una analogía un poco más profunda entre la pureza y la impureza y el alma.
Cuando se habla de lepra sobre seres humanos y la relación recién hecha entre la pureza física y la del alma, podríamos deducir que cuando uno era impuro espiritualmente, podría recaer sobre su cuerpo la enfermedad del tzaarat y hasta no purificarse por dentro, no podría purificarse por fuera.
La pregunta que se hace el Midrash sobre este tema es, ¿Por qué las casas de la gente podrían sufrir esta enfermedad? Y sumergiéndonos en este texto, podemos encontrar una muy linda respuesta.
El Midrash nos explica que esta lepra, tanto en los hombres como en las casas, podía darse por egoísmo, entonces cuando una persona era egoísta recaía sobre sí mismo el tzaarat.
La gente egoísta, no frecuenta mostrar lo que tiene, para no tener que compartirlo ni hacer tzedaká.
Pero…. ¿y las casas?
Las casas suelen representar muy bien a sus dueños, y junto con las casas, vienen las pertenencias que están en ella. Los cohanim invitaban a los dueños de una casa con tzaarat a retirar todas sus pertenencias para que no se impurifiquen junto a su propiedad. Entonces, de esta manera, los dueños “egoístas” debían exponer en público todas sus pertenencias, mostrándole a toda la comunidad lo que tenían, situación que los dejaba expuestos.
Ojalá en este shabat, podamos purificarnos por dentro y por fuera, ya que esa es la única manera de poder estar bien con nosotros mismos y con nuestros semejantes. Si uno no puede estar bien con uno mismo, poco tiene para aportarle al que tiene al lado, si uno no puede despojarse de su egoísmo, va a terminar tan solo como aquellos que sufrían de lepra y eran apartados.
Ojalá este shabat, podamos también pensar y reflexionar sobre nuestro voto en las urnas de AMIA y pensar en una comunidad sin tzaarat y sin egoísmo.
Shabat Shalom!
Matias Dobzewicz