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La Parashá de esta semana nos confronta con la figura del nazir, aquel hombre o mujer que voluntariamente decidía apartarse del mundo para allegarse más a Dios.
La Torá menciona tres grandes prohibiciones que todo Nazir debe cumplir: 1) no debe tomar vino, 2) no debe cortarse el pelo y 3) no puede allegarse a un muerto (ni siquiera a sus padres o sus hijos).
¿Es una virtud o un pecado convertirse en Nazir?
Los sabios judíos medievales tenían opiniones encontradas en relación a aquella nezirut ancestral. Ramban sostenía que el ser Nazir era un ideal y que uno debía serlo todo los días de su vida y nunca renunciar a aquel estado de elevación espiritual; y por este motivo un nazir cuando abandonaba sus votos debía traer un Korban Jatat –un sacrificio de expiación por error- ya que era, en su visión, una transgresión abandonar su nezirut. Muy por el contrario, Rambam sostiene que el motivo de que un nazir deba traer un Korban Jatat (sacrificio ante el pecado) al finalizar sus días de nezirut es porque desde un comienzo no debió haberse apartado de lo que la Torá no le prohibió jamás. Quien se aparta de todas las cosas que la Torá nunca prohibió es llamado “un pecador” según nuestro gran maestro Maimonides.
De la misma forma que no es correcto entregarse a los placeres y a los deseos sin ningún tipo de restricción, es incorrecto abstenerse de los distintos placeres que la Torá permite y contempla.
El Nazir, mas allá de su deseo de elevarse espiritualmente, no podía encontrar a Dios en la sociedad es por eso que se aparta de la misma intentando elevarse. En un afán quizás egoísta busca salvarse él y alcanzar solitariamente un nivel espiritual más elevado.
La figura del nazir viene a darnos una doble advertencia. En primer lugar, la salvación nunca puede ser individual, el nazir se aleja de la sociedad buscando algo más elevado, pero en algún momento debe volver (y cuando vuelve debe realizar un sacrificio como cualquier otra persona) y la sociedad en la que vive es la misma, quizás el cambio, pero su sociedad está en las mismas condiciones.
Por otro lado, nos advierte del fanatismo. Muchas veces observamos dentro de nuestro pueblo como hay gente que se aferra a un cumplimiento estricto de la ley, algo que en si no es malo. El problema surge cuando el cumplimiento de la ley deja de ser el medio y la ley se convierte en el fin mismo, corriendo el foco de Dios a la ley.
Quizás quien mejor graficó esta situación sea Abraham Joshua Heschel quien planteaba que la ley judía había cerrado sus puertas, nadie entra ni puede salir de allí. Quienes se encuentran fuera del marco legal no logran entender el sistema normativo y quienes están dentro no están interesados en lo que ocurre en el exterior. Profundizando en este punto nuestro maestro, nos explica que la situación ha llegado a tal extremo que quienes se encuentran dentro pusieron a la ley por encima de Dios, hecho que devino en el olvido y abandono del amor por el prójimo.
Sin duda que es un equilibrio difícil de encontrar y que muchas veces nosotros mismos no sabemos dónde estamos parados, pero quizás esa búsqueda sea nuestro medio de alcanzar la espiritualidad sin tener que alejarnos de la sociedad.
El desafío es vivir conjuntamente con Dios en la sociedad.
Shabat Shalom.
Matias Sakkal.