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Basado en una decisión claramente didáctica, en la cual todos debían tomar parte del desafío de la conquista de la tierra prometida, D’s decide hacer partícipes a algunos representantes del pueblo de Israel en la gran misión.
Con ese fin, solicita a Moshé que envíe 12 espías, uno por cada tribu, para que exploren la tierra. La intención se limitaba a recibir información pertinente a las características del territorio que estaban a punto de conquistar.
Sin embargo, cuando los enviados retornaron, y dieron su informe respecto de lo que habían visto, la actitud del pueblo fue de una absoluta pérdida de confianza.
Es cierto, el desafilo no era sencillo. Su concreción no estaba exenta de riesgos y peligros.
Sin embargo, estamos hablando de un pueblo que ya tenía experiencia en lograr, ayuda divina mediante, cosas que parecían imposibles.
Entonces, ¿por qué motivo este antecedente no primó en sus corazones por encima del miedo? ¿Por qué el primer sentimiento con el que fueron inundados fue el de la derrota y pérdida de autoestima y no el de confianza y la certeza?
La angustia dominó de manera absoluta todas sus reacciones. Se lamentaron de su destino, criticaron a Moshé y renegaron de la intención de D’s.
Quizás lo que, entre otras cosas, el texto busque transmitirnos, sea que frente a la adversidad, es con nosotros mismos frente a quien primero debemos encarar nuestra lucha inicial.
Quien vaya a enfrentar un problema con la certeza que no lo va a poder resolver, lo más probable es que de verdad no lo resuelva.
Ojalá este shabat nos otorgue el tiempo para pensar y replantearnos de qué manera afrontamos los desafíos que se nos presentan, tomando el mensaje de la parashá, para lograr así resolverlos exitosamente.
Shabat shalom,
Yael Dobzewicz.