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¿Está bien hacer distinciones entre nuestros hijos? ¿Por qué deberíamos darles los mismos privilegios a todos?
La primera pregunta tal vez sea la más fácil de contestar y la más difícil de demostrar. Es lógico que todos nuestros hijos son iguales ante nosotros pero cuántas veces le hacemos una caricia a uno y voluntaria o involuntariamente no lo hacemos a los otros.
Este fue el caso de Yaakov quien amaba a Iosef más que a cualquiera de sus otros hijos. (Génesis 37:3).
En algún momento podemos sentirnos más orgullosos de uno que de otro pero el amor debe ser siempre equitativo sino podemos generar celos innecesarios. Yaakov encima le hizo a Iosef un largo abrigo de colores muy vivos. (Génesis 37:3).
Si nuestros padres les regalaran lo mejor a nuestros hermanos y encima demostraran sentir más amor por ellos lo más probable es que nosotros nos enfademos y sintamos celos.
No es en vano que cantemos “Cuán bueno y agradable es que los hermanos habiten juntos en armonía”. Pero para que esa armonía exista debemos darles las herramientas básicas para poder construirla.
Yaakov al mostrar preferencia por uno y encima mandarlo de veedor de sus hermanos para que le traiga un informe sobre ellos no hacía más que avivar el fuego. Estaba haciendo de Yosef “el guardián de sus hermanos”.
Además tenemos el sueño de Yosef donde interpretaban que sus hermanos de iban a arrodillar ante él, ya teníamos los ingredientes suficientes para cocinar mucho odio.
Los hermanos entonces quisieron matarlo. Reuvén fue el único que se opuso. Tal vez recordó sobre Caín y Abel y no quiso cometer el mismo error. Iosef fue vendido por sus hermanos por unas monedas de plata. Esto es lo que genera la diferenciación de los padres por sus hijos. Los hermanos pueden hacer cualquier cosa con tal de ganarse un poco más el cariño y atención de los padres.
Debemos ser cuidadosos en cómo nos manejamos frente a ellos y más si están todos presentes. Si la damos un abrazo a uno porque hizo algo bien, miremos a los otros y digámosle ustedes también pueden hacerlo así de bien.
Dar un privilegio a uno porque se sacó un sobresaliente en la escuela no es menospreciar al resto. En cambio echarle en cara a quien no se lo sacó sí. No tenemos que darles siempre los mismos privilegios a cada uno pero debemos ser coherentes en la forma de manejarnos frente a esas situaciones.
No cuesta nada y evitamos conflictos. Martín Fierro cantaba que la ley primera era que los hermanos sean unidos. Está en nosotros, los padres, hacerla cumplir.
Shabat Shalom
Lucas Fisbein